Regreso al pasado I

    Esta noche regreso al pasado. Después de prometerle que se la devolvería intacta, mi amigo Chema, que además de hacer fotos de artista colecciona objetos friquis, me ha prestado la maqueta de la máquina del tiempo que tenía arrinconada en su casa.
    Llamar la atención no me preocupa. Conservo todavía mis viejas gafas de acetato y mi vestuario actual es exáctamente igual que entonces -no soy hombre de modas pasajeras-, además, he ojeado por encima el anuario El País 1981, en papel, para ponerme al día y el iphone lo dejo en casa. Toda precaución es poca.

      Me llevo, eso sí, por si acaso, el DNI caducado y mi certificado de antecedentes penales, no vaya a ser que algún gris me pare por la calle, sin más, y me pida, amablemente, que me identifique.

    La cartilla militar la he descartado porque si me paran, sin más, y me piden, amablemente, que me identifique, no causaría buena impresión el sello que pone inútil total.

   Es arriesgado, lo sé, pero el caso es que necesito comprender por qué a medida que se me pasan los años, en vez de tranquilizarme - ya saben, vida más o menos resuelta, disfrutar de la pensión, mi seguridad social y la educación de los nietos-, me levanto todos los días con la vena del cuello hinchada, preguntándome a qué se debe la radicalidad y mala hostia que me entra cuando veo cómo nos dejamos llevar al desastre mientras la globalización, la prima de riesgo y el de miren ustedes hacemos lo que tenemos que hacer, se mean encima de nosotros. Necesito respuestas: regreso al pasado.