Tenía el dinero y la decisión tomada. Ya le había puesto el ojo a una vespa roja y mi estado de ánimo vital era el adecuado. En lugar de ello, le dejé el dinero a una chica para una inversión a medias con una socia que resultó ser un tanto ágil con los dedos, el codo y la nariz. Hoy no tengo moto, tampoco existe el negocio, pero me quedé con la chica, el niño, una hipoteca y toda la vida para soñar con la vespa.
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