Regreso al pasado II

      Chema me va a matar. Durante el viaje, al estirar las piernas, golpeé sin querer el reloj de marcar el tiempo y se ha desencajado un poco de su sitio; y el espejito retrovisor, que lo arrancaron de cuajo cuando aparecí, de repente, en medio de una carga policial en la Gran Vía, no aparece.

      Encima, me entró como el mono nostálgico y me acerqué compulsivamente al bar de mi facultad. Allí estaba. Era yo, jugando al mus. Tomé asiento en la mesa, pedí una mahou, y al primer “envido a pares” que cantó mi otro yo, me vi inmerso en una paradoja espacio-temporal de consecuencias difíciles de predecir en el futuro. Gané el envite,  acabé la partida y salí pitando, llorando de emoción porque, por fin, me había vencido a mí mismo, pero también  perturbado por las posibles consecuencias.

      El resto del tiempo lo dediqué a agenciarme prensa, escuchar la radio y ver telediarios. Por un lado percibí cierta autocomplacencia general, -la misma que había en el futuro-, por cómo habíamos resuelto modélicamente, se decía, el momento histórico posterior  al óbito de Miss Canarias 1936, pero pese a ello resultó que, curiosamente, también estábamos en crisis, e incluso los actores económicos, sociales, mediáticos y políticos eran literalmente los mismos que teníamos en el futuro. Sólo eché de menos a la prima de riesgo. Me entró un sudor frío. ¿Sería la paradoja espacio-temporal desencadenada por mí que empezaba a causar su efecto impredecible? Después de un instante de reflexión, que me pareció una eternidad, me dije a mi mismo: “vaya mierda de transición política que hicimos”. Volví al futuro, a afrontar lo inevitable.

Dedicado con cariño a J.M. Marra