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viernes, 12 de julio de 2013

Lucha de clases

Eneko



El conflicto capital-trabajo en las crisis actuales (Vicenç Navarro) *



Es sorprendente que en la extensísima literatura que se ha escrito sobre las causas
de las crisis actuales muy poco se ha centrado en el conflicto capital-trabajo (lo
que solía llamarse lucha de clases) y su génesis en el desarrollo de tal crisis. Una
posible causa de esta situación es la enorme atención que ha tenido la crisis
financiera como la supuesta causa de recesión actual. Pero tal atención ha desviado
a los analistas del contexto, no sólo económico, sino político, que no sólo
determinó, sino que configuró tal crisis financiera así como la económica, la social
y la política. En realidad no se puede analizar cada una de ellas y la manera como
están relacionadas sin referirse a tal conflicto. Como bien dijo Marx, la historia
de la humanidad es la historia de la lucha de clases. Y las crisis actuales (desde
la financiera a la económica, pasando por la social y política) es un claro ejemplo
de ello.

Veamos los datos. Durante el periodo post II Guerra Mundial, dicho conflicto se
mantuvo a través de un pacto entre el capital y el mundo del trabajo que determinó
que los salarios, incluyendo el salario social (que se reflejó en el aumento de la
protección social mediante el desarrollo de las transferencias y servicios públicos
del Estado del Bienestar), evolucionaran acorde, predominantemente, con el aumento
de la productividad. Como consecuencia de ello, las rentas del trabajo aumentaron
considerablemente, alcanzando su máximo (a los dos lados del Atlántico Norte) en la
década de los setenta (la participación de los salarios, en términos de compensación
por empleado, en EEUU fue del 70% del PIB; en los países que serían más tarde la
UE-15, este porcentaje era el 72,9%; en Alemania un 70,4%; en Francia un 74,3%; en
Italia un 72,2%; en el Reino Unido un 74,3% y en España un 72,4%).[1]

Este pacto social se rompió a finales de la década de los setenta y principios de
los años ochenta como consecuencia de la rebelión del capital ante los avances del
mundo del trabajo. La respuesta del capital fue el desarrollo de una cultura
económica nueva basada en el liberalismo, pero con una mayor agresividad, resultado,
en aquel momento, de su postura defensiva frente a los avances del mundo del
trabajo. Su versión en políticas públicas fue lo que se ha llamado neoliberalismo,
que tenía como objetivo recuperar el terreno perdido mediante el debilitamiento del
mundo del trabajo[2]. A partir de entonces, el crecimiento de la productividad no se
traduciría tanto en el incremento de las rentas del trabajo, sino en el aumento de
las rentas del capital. Y esta respuesta, mediante el desarrollo de las políticas
neoliberales (que constituían un ataque frontal a la población trabajadora), ha sido
muy exitosa. Las rentas del trabajo descendieron en la gran mayoría de países
citados anteriormente. En EEUU pasaron a representar en 2012 el 63,6% del PIB; en
los países de la UE-15 el 66,5%; en Alemania el 65,2%; en Francia el 68,2%; en
Italia el 64,4%; en el Reino Unido el 72,7%; y en España el 58,4%. El descenso de
las rentas del trabajo durante el periodo 1981-2012 fue de un 5,5% en EEUU, un 6,9%
en la UE-15, un 5,4% en Alemania, un 8,5% en Francia, un 7,1% en Italia, un 1,9% en
el Reino Unido y un 14,6% en España, siendo este último país donde tal descenso fue
mayor.[3]

El contexto político

Tales políticas fueron iniciadas por el Presidente Reagan en 1980 y por la Primera
Ministra, la Sra. Margaret Thatcher, en 1979 en el Reino Unido. Estas políticas
fueron también aceptadas como inevitables y necesarias por el gobierno de François
Mitterrand en Francia en 1981, al sostener que su programa de clara orientación
keynesiana (con el cual había sido elegido) no podía aplicarse debido a la
europeización y globalización de la economía, postura sostenida más tarde por la
corriente dominante dentro de la socialdemocracia europea conocida  como Tercera
Vía. La aplicación de las políticas neoliberales, definidas como socio-liberales
dentro de esa tradición política, caracterizaron las políticas de los gobiernos
socialdemócratas en la UE. Todas ellas tenían como objetivo facilitar la integración
de las economías de los países de la UE en el mundo globalizado, aumentando su
competitividad a base de estimular las exportaciones a costa de la reducción de la
demanda doméstica, reduciendo los salarios. De ahí deriva que una consecuencia de
estas políticas fuera que el aumento de la productividad no repercutiera en el
aumento salarial, sino en el aumento de las rentas del capital.

Para alcanzar este objetivo, el desempleo fue un componente clave para disciplinar
al mundo del trabajo. En todos estos países, el desempleo aumentó enormemente. Pasó
de ser un 4,8% en EEUU en 1970 a un 9,6% en 2010. En los países de la UE-15 pasó de
un 2,2% a un 9,6%; en Alemania de un 0,6% a un 7,1%; en Francia de un 1,8% a un
9,8%; en Italia de un 4,9% a un 8,4%; en el Reino Unido de un 1,7% a un 7,8% y en
España de un 2,4% a un 20,1%, siendo este crecimiento mayor en este último país.[4]

Esta polarización de las rentas, con gran crecimiento de las rentas de capital a
costa de las rentas del trabajo, fue el origen de las crisis económicas y
financieras. La disminución de las rentas del trabajo creó un gran problema de
escasez de demanda privada, que pasó desapercibida como consecuencia de varios
hechos. Uno de ellos fue la reunificación alemana en 1990 y el enorme gasto público
que la acompañó (a fin de incorporar el Este de Alemania al Oeste y facilitar la
expansión de la Alemania Occidental en la Oriental), que se financió principalmente
a base de aumentar el déficit público de Alemania, pasando de estar en superávit en
1989 (0,1% del PIB) a tener déficit desde ese año, alcanzando un 3,4% en 1996,
estando en déficit cada año desde 1989. Alemania siguió, pues, una política de
estímulo, a través del gasto público, que (como resultado de su tamaño y
centralidad) benefició a toda la economía europea.[5]

El segundo hecho fue el enorme endeudamiento de la población, endeudamiento que
retrasó el impacto que el descenso de las rentas del trabajo tuvo en la reducción de
la demanda. Este endeudamiento fue facilitado en Europa con el establecimiento del
euro, que tuvo como consecuencia la tendencia a confluir los intereses de los países
de la Eurozona hacia los existentes en Alemania. La sustitución del marco alemán y
la de todas las otras monedas de la Eurozona por la misma moneda, el euro, tuvo como
consecuencia la alemanización de los intereses monetarios. El caso de España es un
claro ejemplo. El precio del crédito nunca había sido tan bajo, facilitando el
enorme endeudamiento de las familias (y empresas) españolas, pasando así
desapercibida la enorme pérdida de capacidad adquisitiva de la población
trabajadora.

Por otra parte, la gran acumulación de capital (resultado de que la mayor parte del
aumento de riqueza de los países, causado por el aumento de la productividad, fuera
predominantemente a aumentar las rentas del capital en lugar de las rentas del
trabajo) explica el aumento de las actividades especulativas, incluyendo la
aparición de las burbujas, de las cuales las inmobiliarias fueron las más comunes,
aunque no las únicas. La rentabilidad era mucho más elevada en el sector
especulativo que en el productivo, el cual estaba algo estancado, como resultado de
la disminución de la demanda. El crecimiento del capital financiero fue la
característica de este periodo a los dos lados del Atlántico Norte, crecimiento
resultante del endeudamiento y de las actividades especulativas. Este crecimiento se
basaba, en parte, en la necesidad de endeudarse, debido al continuo descenso del
crecimiento anual de la compensación salarial en todos estos países, una situación
especialmente acentuada en los países de la UE-15. Así, tal crecimiento anual medio
en los países de la Eurozona descendió de un 3,5% en el periodo 1991-2000 a un 2,4%
en el periodo 2001-2010; en Alemania de un 3,2% a un 1,1% y en España de un 4,9% a
un 3,6%.[6]

La explosión de las burbujas

Los establishments financieros y políticos, tanto de la Unión Europea como de la
mayoría de países de la Eurozona, creyeron que la crisis financiera estaba creada y
originada por el colapso del banco estadounidense Lehman Brothers y se limitaría al
sector bancario de EEUU. Thomas Palley cita al que era Ministro de Finanzas alemán,
el socialista Peer Steinbrück (hoy candidato a la presidencia del partido
socialdemócrata) que profetizó que aquello significaría el fin del estatus de EEUU
como gran poder financiero, como resultado de las debilidades del sistema financiero
estadounidense. Este colapso del dólar, según él, beneficiaría al euro.

La gran ironía de estas predicciones es que el que al final salvó a la banca alemana
fue el Federal Reserve Board (FRB), el Banco Central de EEUU. El modelo alemán
basado en la exportación hizo a la banca alemana enormemente vulnerable a ser
contaminada. Los bancos alemanes estaban masivamente intoxicados con los productos
especulativos de la banca estadounidense. Grandes bancos alemanes (como el Sachsen
LB, el IKB Deutsche Industriebank, el Deutsche Bank, el Commerzbank, el Dresdner
Bank o el Hypo Real Estate) así como las Cajas alemanas (como BayernLB, WestLB y DZ
Bank) entraron en el periodo 2007-2009 en una enorme crisis de solvencia, teniendo
que ser todos ellos rescatados, muchos de ellos, por cierto, con la ayuda del FRB de
EEUU.

La orientación económica, basada en la exportación (algo típico del modelo liberal),
había contagiado profundamente al capital financiero alemán, como resultado de sus
inversiones financieras tanto en la banca estadounidense (llena de productos
tóxicos) como en los países periféricos llamados PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y
España) y más tarde GIPSI (con la incorporación de Italia), llenas de actividades
especulativas de tipo inmobiliario. En realidad la crisis financiera alemana y
europea era incluso peor que la estadounidense y, cuando la enorme burbuja
especulativa explotó (al paralizarse la banca alemana), apareció con toda crudeza el
enorme problema del endeudamiento causado por la reducción de la demanda, al cual
hice referencia en apartados anteriores.

¿Por qué la crisis financiera es peor en Europa?

Una de las causas de ello es la arquitectura del sistema de gobierno del euro,
resultado del dominio del capital financiero en  su gobernanza. Tal sistema de
gobierno es producto de un diseño neoliberal que se basa, en parte, en la diferencia
de comportamientos entre el Banco Central Europeo (BCE) y el FRB y, en parte, en el
distinto tipo de modelo exportador de EEUU y la Eurozona (multipolar en EEUU y
centrado en la propia Eurozona en el caso europeo).

El BCE no es un banco central. El FRB sí lo es. El BCE no presta dinero a los
Estados y no los protege frente a la especulación de los mercados financieros. De
ahí que los Estados periféricos estén tan desprotegidos, pagando unos intereses
claramente abusivos que han dado pie a la enorme burbuja de la deuda pública de
estos países. Esto no ocurre en EEUU. El FRB protege al Estado de EEUU. California
tiene una deuda pública preocupante como lo es la griega, pero esto no es una
situación asfixiante para su economía. Sí lo es en Grecia.

A la luz de estos datos es absurdo que se acuse a los países periféricos de haber
causado la crisis debido a su falta de disciplina fiscal. España e Irlanda estaban
en superávit en sus cuentas del Estado durante todo el periodo 2005-2007. Eran los
discípulos predilectos de la escuela neoliberal, dirigida por la Comisión Europea,
siendo el Ministro Solbes, que había sido Comisario de Asuntos Económicos de la UE,
el arquitecto de tal ortodoxia. En realidad, Alemania, durante el periodo 2002-2007,
tuvo déficits públicos mayores que la supuestamente indisciplinada España.

No fue su inexistente falta de disciplina, sino la falta de un Banco Central que
apoyara su deuda pública lo que causó el crecimiento de los intereses de la deuda
pública, provista por los bancos alemanes entre otros, que se beneficiaron de la
elevada prima de riesgo. El fin primordial de las medidas de recortes del gasto
público, incluyendo el gasto público social, es pagar los intereses a la banca
alemana, entre otros. El enorme sacrificio de los países GIPSI no tiene nada que ver
con la explicación que se da en los medios y otros fórums de difusión del
pensamiento neoliberal que atribuyen los recortes a la necesidad de corregir sus
excesos, sino a pagar a una banca que controla el BCE que, en lugar de proteger a
los Estados, los debilita para que tengan que pagar mayores cantidades a la banca.
La evidencia de ello es abrumadora. El famoso rescate a la banca española es, en
realidad, el rescate a la banca europea, incluyendo la alemana la cual tiene
inversita más de 200.000 millones de euros en activos financieros españoles.

Una nueva explicación de la crisis

Una variación de esta explicación es el argumento de que el problema de la Eurozona
es el grado del diferencial de competitividad, con alta competitividad en el centro
–Alemania y Holanda- y baja competitividad en el sur –GIPSI-. Este diferencial
explica que los primeros tengan balanzas de comercio exterior positivas (exportan
más que importan), mientras que los segundos las tienen negativas (es decir,
importan más de lo que exportan). De ahí que la solución pase por un mayor
crecimiento de la competitividad de los segundos. Y la mejor manera es bajar los
salarios (lo que se llama devaluación doméstica).

Pero tal explicación tiene serios problemas. En primer lugar, ni Irlanda ni Italia
tenían balanzas comerciales negativas cuando la crisis se inició. Es más, el
crecimiento del componente negativo de la balanza de pagos en los países GIPSI se
debió predominantemente al aumento de las importaciones, resultado del
endeudamiento, no del descenso de la productividad o competitividad. Y ahora la
mejora de su balanza comercial se debe a su escasa demanda. En ambos casos, poco que
ver con cambios en la competitividad. En realidad, la productividad laboral
estandarizada por actividad económica no es sustancialmente diferente en España que
en Alemania. El problema, pues, no puede explicarse por un diferencial de
competitividad, sino por un diferencial de demanda, acentuado a nivel europeo por un
problema estructural, resultado del descenso de las rentas del trabajo. El motor de
la economía de la eurozona se basa en el modelo exportador alemán, cuyo éxito se
basa en la moderación salarial alemana (con salarios muy por debajo del nivel que
les corresponde por el nivel de productividad), en la imposibilidad de los países
periféricos de poder reducir el precio de su moneda (beneficiando a Alemania con
ello), en la enorme concentración de euros, la movilidad de capitales de la
periferia al centro y el dominio de las estructuras financieras, a través de la
enorme influencia sobre el BCE que no actúa como un Banco Central. Ver la balanza de
pagos como resultado de una diferencia de productividad es profundamente erróneo.

En realidad, Alemania debería actual como motor estimulante de la economía, no
mediante el aumento de sus exportaciones (basadas en bajos salarios), sino en un
crecimiento de su demanda doméstica, incrementando sus salarios y su escasa
protección social. El trabajador alemán tiene más en común con los trabajadores de
los países GIPSI que con su establishment financiero y exportador. Y en los países
periféricos deberían seguirse también políticas de estímulo, revirtiendo las
políticas de austeridad que están contribuyendo a la recesión, además del malestar
de las clases populares, políticas a las que se opondrán los agentes del capital,
pues éstos verán reducidos sus ingresos. Así de claro. Marx, después de todo,
llevaba razón.



Una versión reducida se ha publicado en LE MONDE DIPLOMATIQUE (versión española)

Julio 2013



[1] ECFIN. European Comission Statistical Annex. Table 32. Autum 2011



[2] Breve Historia del Neoliberalismo, David Harvey, 2007



[3] ECFIN, European Commission. Statistical Annex, Table 32, Autumn 2012



[4] ECFIN. European Comission. Statistical Annex. Autum 2011



[5] Para una expansión de este y otros puntos citados en esta sección se aconseja la

lectura del excelente artículo “Europe’s crisis without end. The consequences of

neoliberalism run amok” de Thomas I. Palley – una de las mentes económicas más

claras de EEUU y más desconocidas en Europa- en IMK Working Paper. March 2013. no.

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[6] Thomas I. Palley op. cit.

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